Por
“activismo” quiero referirme exclusivamente a esa actividad que busca ampliar
derechos a quienes por costumbre les han sido negados o limitados. Hay gente que se enoja con este activismo,
posiblemente porque los cambios estorban, y seguramente porque se olvidan de
que el mundo actual es mejor que el pasado en muchos aspectos gracias a los
activistas y su constante inconformidad.
Los
días pasados han sido una pesadilla de violencia y crimen en el Ecuador. En
orden cronológico nos enteramos de los asesinatos de dos turistas argentinas en
Montañita, de dos infantes degollados en Muey y de un niño violado y asesinado
en Esmeraldas. No hace mucha falta hacer
énfasis en la repercusión social y mediática que estos crímenes tuvieron dentro
y fuera del país, todos sabemos por dónde y cómo se repartió el interés de
estas noticias.
No
pretendo establecer una comparación, no me atrevo a decir que dos niños de 4 y
6 años degollados es un acto más terrible que un niño de 9 violado y asesinado, o
que dos chicas mayores de edad muertas mientras visitaban una de nuestras
playas. Tampoco pienso caer en ese canto
acomplejado de reclamar más atención para nuestros compatriotas pobres, que
hacia dos extranjeras de apellidos europeos. No hay espacio para la comparación en estos días tan llenos de horror que estamos a punto de volvernos inmunes a la decepción por nuestra propia especie.
Sin
embargo, hay algo para preguntarse: ¿Por qué razón o razones un crimen tuvo más
o menor impacto público? ¿Cómo enfocar
un análisis y una posible explicación sin caer en el complejo, en la xenofobia,
y en la politiquería ramplona?
Tengo
una teoría que no parte de la envidia, sino de un acto positivo: Lo que provocó una mayor atención
hacia las chicas asesinadas fue el activismo a favor de la mujer.
Notarán
ustedes cómo el asesinato de Marina y María José despertó varios elevados
intelectos (mayoritariamente femeninos), que produjeron textos contundentes y
ampliamente difundidos sobre la mujer y
sus derechos. Aquí un lingote de oro como muestra: Mafer Ampuero Revista Anfibia En seco y al instante
fueron parados los idiotas intentos por culpar a las víctimas por ejercer su
vida con libertad. Si algo bueno pudo salir de tanta tristeza y maldad, fue
haber dejado en claro que la víctima de un delito con esas características
jamás es la responsable. Será muy difícil que en el futuro alguien más se
atreva a sostener que una faldita corta justifica a un asesino, sin que sea
debidamente acomodado en su respectivo orificio.
Regreso
al activismo. El siglo XX –por ejemplo- nos ofrece varias
muestras de cómo la legislación penal y civil fue cambiando lentamente para que
la mujer no resultara siempre la parte débil, especialmente en el campo sexual. Estos cambios, no fueron el resultado espontáneo de las mente conservadoras y
tradicionales de nuestros legisladores, sino el efecto del activismo feminista.
Así también el derecho al voto, la
administración de su propio patrimonio, y la continua búsqueda de igualdad de
oportunidades se han dado gracias a esta lucha sin tregua. Y sin descanso,
porque la brutalidad tiene su propio impulso y energía de ahí que el activismo
actúa como la palanquita para vaciar los retretes cuando es necesario.
¿Falta
activismo a favor de los niños en desventaja como los de Muey, o el de
Esmeraldas?
No
voy a caer en ese odioso defecto falaz de decirle a otro qué activismo debería
tomar. “En vez de joder en la plaza de
toros, estos jipis antitaurinos deberían preocuparse por los niños de la calle”,
es una de las piezas más exuberantes de idiotez con las que me he topado en la
vida, por lo tanto en ese rol de juez
de activismos no pienso caer. Y de todas
maneras me vuelvo a preguntar si falta activismo a favor de los niños en desventaja
como los de Muey.
La
respuesta es obvia. El activismo falta en todas partes, es una lucha desigual,
en muchos casos es un goteo de agua que a fuerza de constancia y muchos años
termina de romper la roca. Es necesario y ojalá fuera más amplio y fuerte.
Entonces, ¿a quién le correspondería o interesaría abanderarse de esta tragedia
de Muey? ¿Qué fibras de la sociedad deberían despertarse con este dolor? El
dolor despierta y sacude, a fin de cuentas el 8 de marzo se conmemora a partir
del asesinato de 146 mujeres que murieron quemadas dentro de una fábrica textil
en New York dentro de la cual reclamaban mejores salarios.
Pienso
en esos niños de 4 y 6 años degollados por la mano que más debió amarlos. Pienso que la mayoría de personas creen que
por el simple hecho de ser heterosexual una pareja ya sus hijos estarán a salvo
automáticamente. Pienso en esos mismos seres que se aterran con la adopción de
parejas homosexuales, como si ser pareja homosexual fuese la garantía de una
tragedia asegurada. Pienso en tantos niños abandonados, o parcialmente cuidados
en hogares de paso, o en orfanatos, o encargados donde parientes que nunca los
quisieron. Recuerdo las estadísticas que señalan que el mayor porcentaje de
ataques sexuales a niños corresponden a parientes cercanos. Y vuelvo a
preguntarme ¿por qué hay tanta gente de neuronas aisladas que confunde
homosexualidad con pedofilia?
En
redes flota, como basura en el mar, un meme que dice que la adopción es un
derecho de los niños a tener padre y no un derecho de los homosexuales a tener
hijos. Esta falacia deja de lado lo más
importante: hay parejas homosexuales que quieren hacer efectivo ese derecho del
niño, pero hay gente que se cree con la facultad de impedírselos por discrimen
e ignorancia. Y de paso esa misma gente solo se limita a “prohibir”, pues
tampoco está adoptando a esos niños. Perros
del hortelano, y de los peores. Perros
de fábula, por cierto, porque los perros reales son mejores que cualquier humano.
Me
pregunto, y no voy a dejar de hacerlo, si esos niños o su entorno dieron
alarmas que debieron ser atendidos por la metiche vecindad que está
para el chisme pero no para lo importante. O si hubo denuncias y las
autoridades las traspapelaron en sus cajones sin fondo. Y me cuestiono, y
tampoco dejaré de hacerlo, qué hubiera pasado si esos niños u otros niños con el
mismo destino cruento pudieran haber ido a parar en un amoroso hogar de dos
madres o de dos padres, en lugar de terminar en un nicho blancuzco y triste
donde podrás leer y calcular sus edades al morir, pero nunca enterarte que
murieron con las gargantas cercenadas a cuchillo por la mano que más debía
cuidarlos.
Por
la mano que nadie puso en duda por que es heterosexual.
El valor del activismo
Reviewed by RLN
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16:00
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