El prepucio de Jesús

Siendo Jesús un niño que nació judío, a los pocos días fue sometido a su obligatoria circuncisión. Así, el cuerito en forma de anillo fue separado del cuerpo del bebé que había sido enviado por su Padre (o sea por él mismo), para librarnos del pecado que él mismo (o sea su padre) había creado, cuando creó todo. 
Pero ésta es la parte fácil.
¿Qué pasó con ese cuerito que había que llamar respetuosamente “carne vera sacra”? Hay algunas leyendas que se juntan  -o una sola- que en resumen nos cuentan que, contrario a la usanza judía de la época, en lugar de enterrar el prepucio, éste fue conservado en una urna.  San Juan Bautista le dio el prepucio a María Magdalena y siglos más tarde, el cuerito que ya había ascendido al título de reliquia, fue entregado por un ángel a San Gregorio Magno.  Más adelante el papa León III se lo obsequió Carlomagno la noche de navidad del año 800, cuando éste fue coronado como emperador del Sacro Imperio Romano. La reliquia debió de permanecer en la iglesia de San Juan de Letrán de Roma durante otros siete siglos, hasta que se perdió durante el saqueo de Roma y volvió a aparecer en un establo de una pobre población de la zona de Lazio llamada Calcata. 

Durante centurias también algunas abadías e iglesias afirmaban tener la reliquia en su stock, y hay quien sostuvo que el Santo Prepucio fue un regalo de boda para una emperatriz de Bizancio. A principios del siglo XII, se llevó en procesión a Roma, donde le fue presentado al Papa Inocencio III. La Basílica de San Juan de Letrán de Roma, la catedral de Le Puy-en-Velay, la de Santiago de Compostela, la ciudad de Amberes, y las iglesias de BesançonMetzHildesheim y Calcata, han afirmado por su cuenta poseer el  sanctum præputium. En tiempos de las Cruzadas se hablaba de al menos 14 prepucios santos que circulaban por esos lares.   Lo cual a mi me parece muy posible puesto que si el dueño del cuerito podía multiplicar los panes y los peces, por qué no sus prepucios.

Pero hasta aquí la historia todavía es sencilla de "entender".

Una monja soñó que la Virgen María la casaba con su hijo Jesús y como señal de matrimonio el novio le entregaba el respectivo aro de compromiso elaborado con su propio prepucio. Esta monjita se daba trampolines en éxtasis místico y juraba ver el anillo en su dedo. Y claro, nadie más lo podía ver.   Pero no era cualquier monja, era nada más y nada menos que Santa Catalina de Siena, patrona de Italia, cuna de Leonardo Da Vinci, no cualquier cosa.

Además hubo una famosa monja austríaca llamada Agnes Blannbekin que a finales del siglo XVII sentía el santo prepucio en su lengua. Lo tragaba y segundos después lo volvía a sentir en su lengua. Su párroco en jefe apoyó su versión y dijo ser testigo de tal portento encargándose de esparcir el delirio a sus fieles. Al menos, en lugar de caer en el lugar común de decir que el prepucio estaba saladito, sostuvieron que el ilustre pellejo era más dulce que una cucharada de Nutella.

Pero, ahora es cuando la cosa se les complica. Por que hasta esas fechas a nadie se le ocurrió pensar que ese cuerito debió haber subido a los cielos junto con su dueño original.

Asomó pues un teólogo comedido llamado Leo Allatius, griego y renacentista todo él y de paso el bibliotecario oficial de El Vaticano.  Escribió un ensayo titulado “ De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba” -Discusiones sobre el Prepucio de Nuestro Señor Jesucristo- y dijo que el prepucio había subido al cielo (disparado como uno de los zapatos de Iron Man supongo). Sin embargo, según Leo, el prepucio no se reinstaló en el santo glande de Cristo, sino que se fue más allá y se convirtió…..esperen….. se convirtió en uno de los anillos de Saturno. 
Es que a inicios del siglo XVII Galileo había anunciado que algo raro tenía Saturno y  en 1655 el astrónomo holandés Christiaan Huygens, vio los anillos.  Entonces, ni cojudo, el teólogo apareció con su teoría cósmico epidérmica y “explicó” tanto los anillos del planeta como el destino que tuviera el pellejo de la referencia. Y pobre del que lo discuta. 

Entonces, se armó el despelote porque si el prepucio era el anillo de Saturno, ¿qué cosas eran los milagrosos cueritos resecos que tenían como reliquias varias iglesias y abadías?  Misteriosos son los caminos del Señor, para qué también, porque hasta 1983 había una ciudad italiana que lo hacía pasear en hombros en alguna sagrada procesión.

Parecerá increíble pero durante más de mil años el santo prepucio fue adorado y hasta se le atribuyeron milagros. Recién en 1900 se prohibió la adoración de san  pellejo y la difusión de su dogma. La Sacra Congregación para la Doctrina de la Fe,  declaró “que toda persona que hable, escriba o lea sobre el Santo Prepucio sería considerada despreciable aunque tolerada; pero que La Santa Sede se reservaba el derecho a excomulgar a quien lo hiciere en forma escandalosa o aberrante”. Para colmo en 1953 alguien en el Vaticano propuso reinstaurar su adoración, pero su pedido no pasó.

En resumen, durante al menos 1500 años los jerarcas de la iglesia católica sostuvieron y defendían a fuego lo que les acabo de contar. Esa era la verdad. Una “verdad” que aceptaba y enseñaba que ese cuerito no se pudrió, que hacía milagros, que aparecía en el dedo de una importante Santa, que se convertía en el dulce chicle de una monja capuchina  y que además de estar en varios sitios a la vez, también era uno de los anillos de Saturno.

Y son estos santos sabios teólogos en directo contacto con el mismísimo Dios, o mejor dicho, algunos de los herederos de estos impresentables divulgadores de  leyendas, de dogmas y de ridículas pendejadas que fueron elevadas  durante siglos como verdades divinas, son ahora los que aparecen para decirnos lo que es “la familia” que Dios creó, que salen públicamente enojados para “enseñarnos” qué es bueno y malo en el sexo entre adultos responsables. Que escriben cartas a las autoridades para decirnos quién puede criar y amar a un niño abandonado. Que nunca dicen esta boca es mía cuando un cura viola docenas de niños, pero si son fluídos para repartir su “verdad” con el ánimo de seguir convirtiendo sus delirios en políticas públicas y en leyes civiles.


No jodan, teólogos del odio y el discrimen.  En serio, háganle caso a eso que dicen que dijo Jesucristo. Amen a su prójimo como a ustedes mismos. Y entiendan, hijos de Agnes, que prójimo no es solamente aquel que hace el amor de la forma en que a ustedes dicen que les gusta.
El prepucio de Jesús El prepucio de Jesús Reviewed by RLN on 13:56 Rating: 5

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