EL PODER DEL JESUS DEL GRAN PODER

(O haced esto en conmemoración mía)

Esta estatua deprimente cuya versión quiteña data de mil seiscientos cincuenta tiene la gigante capacidad de enfriar aún más el tibio instinto de defensa de casi toda la humanidad que la ha conocido.

Aunque la Biblia condena la idolatría, el segundo Concilio de Nicea celebrado en el año setecientos ochenta y siete declaró: “Mientras más sean vistos en el arte representativo, quienes los ven los recordarán más y anhelarán a los que les sirven de modelo y más rendirán a estas imágenes el tributo de la veneración....” Esta postura se exacerbó al punto de que se llegó a creer que algunas obras de índole religioso no fueron hechas por manos humanas sino por el Espíritu Santo (se ve cómo la frasecita aquella de “la mano de Dios” es una coartada multipropósito). Más aún, con esa velocidad que caracteriza a la Iglesia Católica para corregir sus barbaries, doce siglos más tarde el Concilio Vaticano Segundo condenó estas prácticas, pero el daño, entre otros, se había consumado y la humanidad de este y otros lados se había idiotizado irremediablemente.

No es suficiente con mirar la escultura o las fotos que de ella se han tomado para analizar este poder, es menester observar el comportamiento del ser humano que durante siglos ha estado expuesto a esta imagen para buscar una posible conclusión. Durante cientos de años la figura del Jesús del Gran Poder nos ha mostrado lo que se le puede hacer a la gente –sea esta ajena o propia- y nos dejó muy claro que las mejillas son infinitas a la hora de repartir sopapos e injurias. O de acciones cómico-trágicas como zurcirse las jetas en las cárceles, las procesiones de chicha en las que se reparte más fuetazos que en un festival sadomasoquista o amarrarse de los pulgares y untarse salsa de tomate al estilo de unos cuantos “místicos” de cabaret.

El poder de esta efigie no ha mejorado al mundo, por el contrario tiene el maléfico don de exasperar la injusticia y de acreditar la cobardía más la falta de reacción de los pisoteados, (tal vez el único favor realmente ecuménico de esta religión es el trato distinto que se empezó a dar a los niños, quienes eran tratados como adultos grandes, al menos en el Imperio Romano, cuna del mundo latino). A partir del año cero hay muchos más mártires y verdugos, y los verdugos aparecen cuando hay quien se deja amarrar a la cruz.


Habrá –y los hay- quienes vean en esta imagen el amor que sintió Jesús por el mundo y que por tal se dejó flagelar por nuestros pecados....si fue así pues tiene que volver porque hay nuevos y los viejos jamás desaparecieron. Más allá de esto, en el caso de que su muerte haya sido para rescatarnos de la imperfección, es evidente que aquel asesinato fue inútil. Puede ser que ésta sí fue su motivación, representada tristemente en una escultura, pero, ¿qué mismo habrá entendido Jesús por el amor? ¿O qué mismo nosotros le entendimos? Antes de Jesús el amor no importaba gran cosa, después de Él importa pero a cambio de algo. ¿Le habrá resultado tan difícil convencer al hombre de amar al prójimo como a sí mismo que decidió venderlo como la forma ideal para obtener una recompensa, sea esta un milagro, el arrepentimiento del hijo pródigo, las lágrimas –y el descuento- de la prosti, las sanaciones extraordinarias y finalmente la visa para el paraíso? El resultado fue un arraigado sentimiento de que el amor genera “utilidades” y aun cuando esto podría ser más amor, el interés le ha quitado su verdad. Además ese terrible vínculo del amor con el sufrimiento es enfermizo.


Pero en fin, no parece ser su culpa, el problema yace en la naturaleza humana, impredecible hasta para Él, de ahí, como un ejemplo de las torcidas manifestaciones aupadas por la iglesia vaticana permanece la elaboración e idolatría de obras como ésta.

El poder del Jesús del Gran Poder es inconmensurable, ilimitado, ubicuo como la estupidez y casi tan infalible como el dinero, pero como la mayoría de cosas creadas por el hombre, trabaja para el “lado oscuro de la fuerza” porque, para aquellos con tendencias bucaramistas-gutierristas-febrescorderista, es una muestra gráfica de que la impunidad todo lo puede, y es la perversa enseñanza de que todo se debe aguantar para aquellos con inclinación por lo ecuatoriano-sin casta-sin cojones-robe nomás patrón-sin la presencia de valor para desaparecerlos del universo patrio.

Ojalá nos llegue el paraíso prometido en esa sangre y en esas lágrimas, y recemos porque la cobardía no haya sido el octavo pecado capital.

No por nada Juan dijo que el cristianismo es una religión de gente muerta.

(www.rafaellugo.com)
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