La Batalla de Maratón

(Y porqué se corren 42 kilómetros en una sola competencia, y no 282 en tres días)


En el año 490 antes de Cristo, con toda originalidad los atenienses y los plateos se juntaron para guerrear sangrientamente con los persas. Los persas iban al mando de Darío, que no era ningún botado, pues ya tenía una docena de guerras ganadas en su currículum. A Darío lo llamaban “El Grande” talvez porque todas las armaduras le quedaban chicas, pero medio gil también este mismo Darío pues los historiadores sostienen que dividió el Imperio en 20 provincias y que aumentó la burocracia.

Bueno, a lo que iba es que los griegos se pegan la paliza del año con los persas en la llanura de Maratón. El ejército griego fue comandado por los generales manabitas Calímaco, Temístocles y Milcíades, y los persas, como ya dije, por Darío “El Grande”.

Pasaron varios días de guerra encarnizada. Ante la posibilidad de una derrota, el soldado griego Filípides fue enviado a Esparta –corriendo, obvio - a pedir ayuda. Cubrió unos 240 kilómetros en dos días y dos noches. Regresó sin ayuda ni electrolitos, pero con su usual buen carácter, pues trotar a uno le mejora el alma. Filípides “El Relajado”, le decían sus compañeros de armas y “El Exageradito”, su esposa. En fin, así estuvieron los ejércitos hasta que finalmente Darío mete la pata y envía a su caballería en barcos a Atenas debilitando a su ejército especialista en lanzar flechas, frente a los griegos amantes de la pelea cuerpo a cuerpo. Los griegos rodearon a sus enemigos y ganaron la batalla con sus afiladas espadas, dejando como legado miles de persas fileteados convertidos en persianas.

En el furor del triunfo y con el miedo de que Darío pudiese atacar Atenas con sus barcos, el general Milcíades mandó de nuevo a Filípides (que según cuentan, esa vez si se quejó amargamente y además en griego, pues sabía que habría una sobrecarga de actividad) que corriese hasta Atenas para anunciar la victoria y también para informarles de la amenaza persa. En unas tres horas el infatigable y lleno de ampollas Filípides corrió los 42 kilómetros que separaban a Maratón de Atenas, cumplió su misión y cayó muerto de fatiga. ¿Cómo no se iba a morir si en un lapso de una semana más o menos el pobre Filípides corrió 282 kilómetros? ¿Cómo no se iba a morir si en lugar de camiseta y short vestía armadura y casco? Por eso la Maratón solo es de 42 kilómetros de un jalón, y no de 282 en tres días, sino imagínense cuántos corredores despegarían al mismo reino donde ahora descansa Filípides, que no es precisamente el planeta reebok.

Al final, gracias a Filípides los griegos se quedaron con su ciudad y los atletas con su maratón. Para evitar similares desgracias las batallas empezaron a pelearse a 22 kilómetros de la ciudad más cercana (de ahí nace la Media Maratón), más tarde los ejércitos inventaron el telégrafo y posteriormente aparecieron las bebidas altamente hidratantes.

Para la estadística hay que señalar que los persas sufrieron 6.400 bajas frente a los 192 muertos por parte griega, 193 con Filípides, el primer adicto a las endorfinas de la historia de la humanidad.
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