Tengo
un pensamiento que me da vueltas desde hace rato. En estos tiempos en que hemos experimentado tantos cambios y alboroto en Ecuador, he llegado a creer que los chinos tuvieron
razón cuando dijeron que aquel que vive en una época de cambios está maldito. Arturo
Pérez Reverte sostiene que los políticos y los sindicatos no son una enfermedad sino un síntoma, y con eso queda claro que la
enfermedad somos quienes elegimos a los políticos y formamos sindicatos. Y uno de los resultados de nuestro proceder
errático y egoísta es que allí donde los ciudadanos cometen fechorías llega el
gobierno para regularlas, usualmente con peores resultados.
En
los últimos años han caído como rocas del espacio leyes en principio inmorales,
injustas, anti democráticas y contrarias a la libertad. Puede ser que eso
resulten. Pero, ¿por qué aparecen leyes reguladoras y hasta punitivas en las
sociedades? ¿Acaso ha existido algún delito tipificado en código alguno, ANTES de que
éste se hubiera cometido por primera vez? Es una fuente del Derecho la
costumbre (y, a veces, las malas costumbres).
Debemos
recordar el ejemplo del famoso “peculado bancario” que ni siquiera existía
cuando de eso acusábamos a banqueros corruptos (y otros no tanto),
especialmente desde grandes titulares de prensa. Ahora ya está en el Código Penal y todo por
culpa de unos pocos delincuentes que hasta la fecha no pagan un día de
cárcel. Apareció el internet, luego los
fraudes por internet y posteriormente la ley para evitarlos y sancionarlos.
Hay normas
como el Mandato 8 que eliminó la tercerización laboral (así como la
Constitución de Montecristi) motivada por el abuso infrahumano al que algunos
explotadores sometieron a cientos de trabajadores ante la desidia de las
risibles autoridades del trabajo; o leyes como la de Comunicación que es la
respuesta grotesca a prácticas por decir lo menos, irresponsables y hasta
tramposas, de tantos medios de comunicación privados en el país.
Yendo
más atrás, ¿acaso la Ley de Manos Muertas de la época liberal que
expropiaba a los curas ricachones de las grandes haciendas donde explotaban indiecitos
(a cambio de algún lotecito en el paraíso, sin duda), no nos hace hoy un enorme
sentido? Sin duda ustedes encontrarán en
sus memorias más lúcidas mejores ejemplos que los anteriores.
Disculpen
que me repita, pero es que me suena tan lógico esto de que allí dónde los
ciudadanos cometen fechorías, llega el gobierno para regularlas, usualmente con
peores resultados.
¿En
dónde más la estamos regando, amigos? ¿Qué otro espacio social estamos
prostituyendo, abandonando o maltratando? Me cuesta encontrar alguno que ya no
haya sido castigado con la presencia todopoderosa de un estado que se hace
fuerte porque somos débiles y se hace omnipresente porque nosotros somos
indiferentes, y hasta se las da de eficiente ahí donde nosotros hemos fallado
rotundamente. Una especie de Zim-Zum, digamos, la hermosa creencia antigua judía que sostiene que el mundo fue apareciendo en los espacios que Dios abandonó.
Es
posible que la política que tanto despreciamos no deba enfrentarse con más
políticos. El tema electoral, el
discurso, el ejercicio de la administración pública y la comunicación de
propaganda actuales tienen una eficiencia inédita. Por las razones que sean o
motiven a los gobernantes de turno, en
aquello donde más fallamos, que es abandonar a la gente sin recursos, llegó el
gobierno con algunas políticas sociales. No tenemos derecho a quejarnos de los
bonos, ni siquiera del populismo, si en el fondo nos hemos sentido mejores que
aquellos con poca educación o dinero. ¿Acaso esperábamos que la gente humilde
se tragara la rueda de molino de bienaventurados los pobres porque que de ellos
serán ni se qué maravillas, pero cuando
se mueran? Y una vez tragada esa rueda, ¿sigan manteniendo con sus votos (que
sí valen lo mismo que el de cualquier otro) un estatus quo que para muy pocos
es cómodo?
¿No
quieres que una persona humilde adore legítimamente al Mashi Rafico o al menos le tenga
gratitud? ¿Te cabrea que siga arrasando
en las elecciones? ¿Estás buscando otro Mashi, pero entre tus panas como quien
busca kriptonita en una olla de mote? La lucha ya no está en la política, peor
aun está en la política electoral (habrán notado cómo aparecen sólo cada cierto
tiempo unos salvadores de la patria llenos de dientes blancos bien pulidos y luego
sacan menos votos que dientes). La pelea que debemos asumir en este tiempo, es en la sociedad, pero no por
quitarle poder a un mandatario, sino por darle algo de poder a un votante. El
poder del espacio, de la salud, de la educación, de una buena
conversación, de una posibilidad de que
sus hijos lleguen a la Universidad, de compartir un buen libro de historia o de
ciencias, de un montón de cosas que nosotros hemos dejado que asuma casi en su
totalidad el gobierno, para luego quejarnos de que la gente siga votando por
quien –por las razones que sean- no los ha tratado con la indiferencia que a
tantos de nosotros nos ha caracterizado durante generaciones.
¿Hemos
rescatado la existencia de al menos una persona en nuestra vida? ¿Hemos cambiado UN
destino, una muerte por pobreza, las angustias de un padre con hijos
desnutridos? ¿Cuántos seremos los
ecuatorianos a quienes el ayudar a enderezar el futuro de un semejante no le afecte
en lo absoluto su estilo de vida? ¿Dos millones seremos, tres tal vez? ¿Podríamos elevar un
par de pisos de suerte y vitaminas a otros dos millones, tres tal vez? A uno por cabeza, no
más. ¿Podríamos, a la vuelta de 5 años, cambiar para mucho mejor la vida de dos millones de personas, tres tal vez? Sin duda
superaríamos a cualquier sistema público. No hablo de regalar plata, hablo de
mirar a alguien a los ojos y acompañarlo a tratar de entender el universo de
mierda que a todos termina por matarnos. No hablo de comunismo, ni socialismo, ni peor de cristianismos
candoroso, yo tengo un profundo respeto por los seres humanos y por sus
talentos naturales y sus propiedades legítimas.
No
sé de lo que hablo, la verdad, pero siento que la pelea ya no es aquella que se
da en las urnas y en las tarimas masivas y multitudinarias. La verdadera pelea,
LA VERDADERA PELEA, es de uno en uno, es de individuos abrazando solidariamente
a otros, con sus propios estilos, nada en turba ni en sistemas, ni jamás con
dogmas. Es una actitud individual, de cada quien que quiera asumir sus
responsabilidades personales con los días que quedan por vivir.
Ya que estamos malditos por vivir en una época
de cambios, cambiemos. ¿Qué es lo peor que nos podría pasar? El antídoto para los políticos podría ser una pizca de empatía.
¿LA MALDICIÓN? (o el antídoto contra el poder político)
Reviewed by RLN
on
17:16
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