La cuarta acepción de ESTÉTICA que nos trae el
diccionario de la RAE es: "artístico, de aspecto bello y elegante". De esta definición de la palabra
tratará este largo comentario. De lo que gusta a algunos, en definitiva.
Y aunque
parezca algo banal ponerse a hablar de lo que nos gusta y de lo que no nos
gusta, es impresionante cuánto afecta nuestro juicio, cuánto daña nuestra
objetividad la forma en que un evento nos entra por el lado del placer o del
desagrado.
Ilustremos
con un ejemplo: El tipo más feo de Quito
se enamora de una chica en la calle y se le acerca con insistencia para
conseguir su teléfono. Seguramente ella se sentirá ACOSADA. Pero si a la misma
mujer se le acercara con igual conducta, digamos, yo (pero hace 15 años), ella seguro se va a sentir
COQUETEADA.
Ahora, si la chica decide denunciar por acoso tanto al feo como al pintón, ni la ley ni
el juez podrán cambiar la naturaleza de dicho acto a partir de la cara del
acosador. Para la objetividad de la norma, no cabe el análisis de la belleza.
Esto suena y es obvio. La parte subjetiva quedará en la afectada, si decide
denunciar, pues asunto de ella, y encontrará una norma que la cobije.
La estética ataca por todos lados, cuando Emma
Watson enseñó una parte de sus senos en una fotos, le acusaron de cosificación
de la mujer, pero cuando una mujer con las tetas hasta las rodillas las enseña en la calle, pues será
usualmente tomado como un acto de libertad. Es una joda esto de la estética,
como vamos viendo.
Tanto estorba la estética, que algunas personas no logran
distinguir lo que les gusta, de sus derechos. Se les unen en una sola cosa en
alguna parte de su cabeza.
Pero no hay tal, aunque a veces nos sintamos cómodos con la idea, no es lo mismo gusto que derecho. Vuelvo
a los ejemplos:
El artículo 249 del
Código Orgánico Integral Penal dice que
“…la persona que por acción u omisión cause daño, produzca lesiones,
deterioro a la integridad física de una mascota o animal de compañía, será
sancionada con pena de cincuenta a cien horas de servicio comunitario. Si se
causa la muerte del animal será sancionada con pena privativa de libertad de
tres a siete días.” Y el artículo 250 dice que “… la persona que haga
participar perros, los entrene, organice, promocione o programe peleas entre
ellos, será sancionada con pena privativa de libertad de siete a diez días. Si
se causa mutilación, lesiones o muerte del animal, será sancionada con pena
privativa de libertad de quince a treinta días.”
Estos dos artículos seguramente nos resultarán muy
racionales. Cómo va a ser posible permitir que se les someta a esas barbaridades
a nuestros amados perritos. Y de paso eso de las peleas de perros es un negocio
marginal, arrabalero, en lugares repugnantes y llenito de, digamos, personas
poco amantes de la ducha y la educación.
Estéticamente, y de otras maneras, una pelea de perros
organizada como negocio es algo atroz, y es algo que de forma automática nos
parece atroz porque amamos a los perros y nos hemos criado con ellos en una
relación cercana y nunca fuimos de niños de la mano de nuestros padres a un
evento así. Y por lo mismo hemos repudiado casi todos al hijo de la
grandisísima puta que atacó a machetazos a su perro hace pocos días al norte de
Quito. La cercanía con los perros nos permite apreciar el acto de la tortura desde su piel, y claro resulta un horror el espectáculo.
¿Ustedes imaginan a un organizador de peleas de
perros, o al tipejo de los machetazos defenderse ante un juez argumentando a su
favor sus derechos constitucionales al trabajo, a la disposición de su
propiedad, a las tradiciones, a la cultura, a las costumbres, a acudir al
espectáculo que se desee presenciar, a SU LIBERTAD?
En el caso de los perros, como vemos, el elemental
derecho al bienestar y a la vida de un animal está por encima de toda esa lista
de derechos constitucionales y de la “libertad”, y pocos estarán en contra. Que
yo sepa no hay acciones legales para declarar inconstitucionales aquellos
artículos del COIP, por “violar” los derechos constitucionales de los dueños de
perros que quieren hacer plata con sus peleas, ni para que los dueños de perros
que crean adecuado asesinarlos a machetazos (o cualquier otra arma), puedan
hacerlo con la tranquilidad que se merece el ser humano.
Y entonces, ¿porqué no se legislan artículos similares
para defender a todos los animales? ¿Por qué no hay normas iguales para los
toros de lidia?, ¿para los gallos de pelea? ¿Por qué a algunas personas les
parece justo gritar “¡libertad, libertad!”, para exigir que les permitan
torturar hasta la muerte a un toro o a un gallo?
¿Cuál es la diferencia entre una pelea de perros y una
corrida de toros? ¿Cuál es la diferencia entre una corrida de toros y en cobrar
entradas para presenciar cómo se asesina a un gato en el microondas?
La estética. Nada más. Y de algunos, aclaremos. Para los que podemos calificar la tortura pensando en el pánico y dolor de otro ser vivo, pues no hay ni un gramo de belleza. La estética, decía, y el resto es absolutamente
igual. Animales destinados por sus dueños a morir de una manera cruel, porque
sí, porque todavía se puede, porque todavía es negocio. “Por la libertad” como les gusta gritar a
algunitos.
Joaquín Sabina, que es para muchos taurinos el
principal referente intelectual de la defensa de las corridas de toros es más
sincero que quienes se matan usándolo para sus usuales falacias de autoridad.
En una entrevista con el genial Jesús Quintero,https://www.youtube.com/watch?v=ferBw3W7F8I,
(ver desde el minuto 2:05), dice dos cosas espectaculares: “Sin los toros el
Museo del Prado se queda en la mitad” y “yo soy incapaz de defender los toros,
porque son indefendibles, lo que pasa es que me gustan mucho.” Al menos es
honesto, al menos no chilla por sus supuestos derechos.
Y así, como los chorros de sangre que saltan de toros
de lidia, gallos de pelea y perros macheteados, caemos en un círculo vicioso
que da vergüenza intelectual: Como todavía hay muchos a quienes les gustan las
corridas de toros y las peleas de gallos, casi la totalidad de los políticos encargados de legislar
se ahuevan de perder sus puercos votos, y en su infinita miseria moral permiten
(aunque con cada vez menor tranquilidad) que el GUSTO sea fuente de un derecho
cavernícola, alcahuete y criminal.
Espero que haya podido sostener la realidad objetiva
de que la discusión sobre las corridas de toros y las peleas de gallos no pasa por el derecho ni por la libertad de
los seres humanos. Creo que queda claro que el asunto solo es un tema de
estética y el gusto de algunos.
LA ESTÉTICA DE LA MUERTE
Reviewed by RLN
on
10:29
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