Bravo Samurai

 





Es comprensible vivir agotado de la injusticia. Especialmente en este continente que siembra espinas pero sueña en cosechar cerezos.  Es frustrante, pero ese resentimiento ciego solo va a quemar algunos árboles de espinas, nunca sabrá plantar cerezos.

Lo escribo porque acá hay ya demasiados sujetos que por una posible buena causa solo han aprendido a hacer bombas molotov. ¿Qué viene luego del fuego cuando no sabes construir? Nada. 

La frase de “la única iglesia que alumbra es la que arde” no es “filosofía profunda y revolucionaria” para adobar el fuego enloquecido. Ya les diré porqué.  Y también puedo, en un intento de encontrar esperanza, hablar de que sí es posible ser un guerrero y también un paciente constructor de algo bello:

Japón, año 710 inicio del período Nara, recios señores feudales, al mismo tiempo en que la violencia guerrera era parte de la vida, se dieron modos de encontrar en sus mentes el espacio para dar inicio a la sublime actividad de crear jardines que hoy siguen recibiendo miles de visitantes por su conmovedora belleza. 

Sé que la palabra “feudal” debe haber causado un enjambre de emociones que cubran todo el pantone de sensibilidades, pero esos personajes con vasallos propios, y jefe arriba es  lo que había como forma de organización en esas tan lejanas épocas. Por suerte hoy, ya no existen esos pequeños jefes, de esas pequeñas sectas, con ansias de servir a un amo superior o de convertirse en Rey.  ¡Cuánto alivio!

Fusionar en un mismo ser humano a un jardinero devoto con un guerrero violento debe ser tan complejo para muchos como entender la diferencia entre injuria y libertad de expresión, o la diferencia entre privilegio y derecho. O foca de león marino. 

Pero, hay que reconocer que es un asunto curioso: a quién se le ocurre contemplar –realmente contemplar- la belleza de una flor, un día antes de salir a repartir espadazos a los soldados del Shogún vecino. Bipolarsh, le dirían los genios de acá.  

¿Cómo ve la vida un ser que con una mano destripa a sus contrincantes y con la otra poda un árbol con sabiduría?

¿Cómo ve a la naturaleza?

¿Por qué nos resulta singular ese hombre que sería capaz de defender sus derechos legítimos sin atreverse a tumbar  o incendiar árboles en el camino, otorgándose el “derecho” a destruir otras vidas porque el mundo humano le sigue fallando.  

¿Qué diferencia sustancial hay entre torturar un toro de lidia por gusto, con tumbar un árbol por disgusto? Sin embargo, acá muchos que condenan las corridas de toros (no los toros de pueblo, ojo),  justifican la tala vandálica de árboles en una manifestación legítima –o de las que reciben el gentil auspicio de la narcopolítica- porque más primero está el ser humano.

Luego de algunos puntuales  acontecimientos que hemos podido observar en la historia reciente, y los vericuetos retóricos que los han justificado desde una posición de superioridad moral muy discutible, concluyo cuán antropocéntricos pueden llegar a ser algunos actuales combatientes “progresistas”. Qué fanáticos humanistas siglo XVIII son tantos “guardianes” de la capa de ozono. ¡Antiguos los modernos!, exclamaría adlafaM. Pudieron aprender sobre el humanismo de Sartre, pero por las ganas de parecer mejores se quedaron con el mítico buen salvaje de Rousseau.

Ojalá llegue el día en que recapacitemos ante la posibilidad de que a veces optamos por volvernos versiones más conservadoras a nuestras propias ideologías. Algo así como los llamados libertarios que en realidad son conservadores que no van a misa, o ciertos movimientos verdes que se vuelven ciegos promotores de los subsidios a los derivados del petróleo. Son tan incoherentes (hipócritas, incluso) como el curuchupa que se vuelve pro aborto cuando embaraza a su secretaria soltera. 

Pero volvamos a la tierra de Mazinger Z: El guerrero/jardinero nipón es sin duda un ser poco común. Es un producto del animismo japonés y macerado en la religión nacida de ese mismo pueblo, el Shintoísmo. Son filosofías que proponen que los fenómenos naturales tienen un propósito y que los dioses que veneran  viven en la naturaleza.  Yo no soy animista, pero me conmueve saber que han sido y son millones los seres humanos que han conseguido vivir con la espada en la mano y el alma en las flores del cerezo. 

No es más ni mejor indigenista/socialista/pachamamista/etc. quien defiende la tala idiota de un árbol porque el árbol "está por debajo" de la necesidad de mejorar como sociedad. Como tampoco son católicos más devotos, quienes siguen usando la Planta de Cera  para sus Domingos de Ramos, pues Diosito no ha de permitir que se extingan. Es perfectamente posible rezar y pelear por el dogma o ilusión que tengas sin dejar sin casa a los loros y a las iguanas. 

El autor de la frase elevada a slogan barato “la única iglesia que alumbra es la que arde”, el ruso Kropotkin, fue básicamente uno de los primeros anarquistas de la historia. El anarquismo pregona “sin amo y sin soberano” y cualquier anarquista que se respete debe irse en contra de la autoridad.  Así que si alguno de ustedes va por ahí quemando lo que se les cruza para llegar a ser autoridades, van a tener que cambiar de canto, pues no se vale quemar iglesias para edificar otras con distintos dioses e igual de dueñas de la moral y la verdad absoluta.

Es muy posible que alguien esté leyendo esto e interpretando que estoy en contra de las luchas pro justicia y pensará que escribo esto porque no conozco “la realidad”; o porque “me he vuelto facho”;  o acaso porque no he tenido que preocuparme por desarrollar mi belleza interior. No mushpa, lo que digo que sí se debe hacer lo posible por mejorar el mundo, pero no hace falta mandarse la idiotez de arrasar con seres vivos ni bienes privados en el camino. Y la otra cosa que estoy diciendo es que si te sientes en el derecho y en la capacidad de destruir algo, como el Metro de Santiago de Chile, por ejemplo, debes estar capacitado para construir un sistema de transporte  superior. ¿Lo estás?  El fuego es seductor y es bello, pero es solo una herramienta, no es una filosofía.
 
Hablando de belleza, regreso a los jardines japoneses adorados y construidos por feroces luchadores sin miedo a morir o matar. No hay forma de explicar completamente lo que puedes llegar a sentir sentado en la mitad de uno de ellos. En la mitad de todos sus elementos y todos sus siglos. El equilibrio parece posible, y es válido abrumarse hasta llorar. Llorar de belleza, y desconcertado por las preguntas más complejas y nuevas, como cuando cargas a tu hijo por primera vez, o cuando lo observas haciendo sus maletas. 

 


Bravo Samurai Bravo Samurai Reviewed by RLN on 13:53 Rating: 5

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