Carta a un saqueador


Casi todos los seres humanos tenemos algo en común: la adoración a los hijos y los nietos. Sin distinguir si son capitalistas, comunistas, negros, amarillos, mujeres, hombres, listos o tarados, honestos o ladrones, el amor a los que nos siguen abajo en el árbol genealógico es real. Y poderoso y amoral.
Un antisocial sin capacidad de remordimiento por sus actos, de todas formas tiene un alto grado de posibilidad de sufrir por la vida de sus descendientes. Criminales como Rafael Leonidas Trujillo han sido muy conocidos, también, por amar sin límites a sus vástagos.
Y tú, que has saqueado y aprovechado ilegítimamente  tu situación en lo público o en lo privado para embadurnarte de millones que jamás hubieras juntado jugando limpio sabes de lo que hablo. Amas a tus crías. Aunque es muy probable que jamás pagues tus culpas conforme el derecho, déjame decirte que corres un riesgo atroz: los tuyos van a podrirse en el vacío. Casi con seguridad.
Te digo esto porque la vida tiene sentido si hacemos algo con ella. Y hacer algo con la vida no significa poder comprarte cualquier cosa que desees. Que los humanos hayamos desarrollado sistemas muy complejos para convivir, defendernos o progresar, no cambia lo que somos en el fondo, no altera el instinto y la necesidad de hacer algo. De ocupar las horas del día. Somos animales que, como todos los demás, debemos actuar para sobrevivir. Actuar implica superar necesidades con trabajo e ingenio. Debemos encontrar un camino y en esa búsqueda, quemar las horas, para que las horas no nos quemen a nosotros. Eso es lo que nos mantiene cuerdos en la locura que es nacer para morir y ver morir. Es la incertidumbre del futuro, es el no tener las cosas resueltas. La vida es el espacio entre la pregunta y la respuesta. ¿Qué placer van a encontrar aquellos que solo conocen la dicha y la gula? ¿Dónde está la satisfacción de comer cuando no tienes hambre?  
Y tú, ladronazo insaciable en lo privado o en lo público, que has llenado de millones de dólares el futuro de tu estirpe, no sólo has hundido el presente de miles de personas, sino que has ahogado en mierda las preguntas y respuestas de tu descendencia. Asesinaste su urgencia por actuar.
Tal vez sea un acto de justicia. Yo prefiero creer que es simplemente una consecuencia sin misticismo de por medio.  Me alegra saber que tus nietos tendrán muchísimas más posibilidades de reventarse las neuronas con drogas que los míos. Me alegra saber que quienes hereden tu apellido y tu misteriosa fortuna no sabrán reconocer nunca el valor de nada ni de nadie. Llorarán sin saber si los aman o si los usan. Las consecuencias de tus actos no se acabarán en el escritorio de un fiscal inútil. Has abierto una puerta con muchas formas de maldiciones agazapadas. Vendiste tus generaciones al diablo. Recuerda mis palabras cuando te lleguen las noticias.
Se que adoras a tus hijos y adorarás a tus nietos. A partir de ahora deberás dormir con un ojo abierto, estoy seguro que más de uno de tus vástagos morirá con sobredosis; más de uno morirá triste sin haber sido amado sinceramente por sus amigos ni parejas; más de uno odiará su propia sangre y escupirá sobre tu tumba indigna. ¿Crees que eres un brillante genio porque salvaste a tu familia de la incomodidad de la dificultad económica? Las hambres atrasadas no se comparan en destrucción sicológica con el absurdo vacío de la “mágica” opulencia sin esfuerzo. 

Hoy te ríes y quieres más. Pero prepárate para llorar sangre por algunos de los tuyos.


Es cuestión de esperar. 
Carta a un saqueador Carta a un saqueador Reviewed by RLN on 12:24 Rating: 5

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