Las fiestas para celebrar a Quito deberían ser el 10 de agosto….


En 1808 Napoleón Bonaparte invadió España y depuso al rey español Carlos IV e instaló a su hermano José Bonaparte como nuevo rey.  A este José le decían “Pepe Botellas” porque era un borracho inútil y aparentemente fue el precursor de la mala costumbre que tienen algunos gobernantes de dar trabajito a sus hermanos pendejos a costilla del estado.
En esa misma época España tenía colonizada gran parte de América y claro, esta situación de mantener colonias siendo un país al mismo tiempo invadido por Francia resultaba, al menos, contradictoria.
Ante esta situación el 10 de agosto de 1809 se dio el levantamiento autonomista en la Real Audiencia de Quito, originalmente en apoyo al depuesto rey de España Carlos IV, pero luego se tornó en una lucha por una completa libertad.  Éste fue el Primer grito de independencia que se dio en América Latina  y tuvo lugar en Quito. Empezó la  noche del 9 de agosto de 1809 y quienes formaron este grupo de insurrección fueron nobles criollos, intelectuales, militares y terratenientes. Todos ellos dirigidos por Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre y Juan de Dios Morales, quienes al mismo tiempo reflejaban las ideas de libertad de Espejo. En la madrugada del 10 de agosto las tropas libertarias sorprendieron a los guardias realistas, consiguieron sitiar el palacio de gobierno,  y obligaron al presidente de la Real Audiencia  el Conde Ruiz de Castilla a capitular.
Las cosas no avanzaron mucho por varias razones y los patriotas y líderes de la revuelta cayeron en prisión y fueron ejecutados más tarde en un acto vergonzoso y cobarde. Sin embargo España no pudo evitar el contagio de libertad en sus colonias y así empezó una campaña de muchos años que nos convirtió en repúblicas independientes (aunque evidentemente ineficientes). 
Entonces, la ciudad de Quito, casi trescientos años de la fundación española que tanto celebramos en diciembre, cuando ya poseía una propia identidad o al menos tenía líderes que iniciaron un pensamiento de libertad que alimentó al  resto de América Latina,  abrió una brecha histórica que marcó un antes y un después en esta parte del mundo. Quito no debería festejarse en diciembre cuando celebramos la llegada violentísima de España a esta tierra, porque Quito no es una ciudad española, ni es una ciudad que permaneció española, salvo en diciembre cuando a algunos criollos les agarra el tic ibérico de decirle majas a sus cuñadas, bichos a los toros, y joder en lugar de chucta
Las fiestas de Quito deberían celebrar la libertad y no la llegada de la conquista. Deberían enaltecer un pensamiento de autonomía e independencia y no uno de saqueo en el nombre de la cruz y  de su majestad.  Deberían ser cinco o seis días de reflexiones, borracheras, bailes, exposiciones, polvos en las oficinas, lanzamientos de libros, vacas locas, lo que sea pero en agosto y no en diciembre. Podríamos empezar el 10 y terminar el 16 de agosto. Sería más barato incluso porque por culpa de la navidad todo se pone más caro.  Mi ciudad no nació entre las hogueras y los látigos,  nació entre las letras de libertad. Tampoco nació de la sangre de toros sacrificados en las corridas,  sino de la sangre de quienes creyeron en gobernarse a si mismos.
Cada vez que Quito ha salido a las calles y ha limpiado el Palacio de Carondelet ha sido impulsada por el pensamiento de los patriotas asesinados el 2 de agosto de 1810  y jamás por la codicia de Benalcázar.  Es una ciudad de verdad, no de fantasía. Es una ciudad de verdad,  no de farfullarías.  Es un pueblo que pone el pecho y no pone banderillas.
Es una ciudad de agosto, no de diciembre. 
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