LOS AÑOS 80


(www.rafaellugo.com)

De los años ochenta recuerdo –entre otras cosas- la facilidad con la que nos conformábamos con pendejadas,  la inocencia con la que defendíamos nuestras pequeñas glorias y los parroquianos que nos portábamos cuando era de ensalzar a algún héroe que conseguía alguito, especialmente fuera de las fronteras patrias.
Tal vez esto se deba a que nuestra historia está plagada de pequeñeces y por lo tanto nos contentamos con pequeñeces. Por ejemplo, como en el 41 los peruanos nos pegaron una paliza y solo por vagos no se pasaron hasta Tulcán, con en el agónico y angustioso empate técnico de la trifulca de Paquisha (de la que nos salvó EU gracias a las gestiones de Galo Plaza Lasso), ya nos creímos Espartanos.     
Nuestras gestas más heroicas en el deporte eran risibles. Un empate con Argentina en Buenos Aires en aquella ultra famosa actuación del árbitro Ortubé y el gol del Lupo y el penal de Hans Maldonado en la Copa América de 1983. Habíamos perdido ambos partidos con  Brasil y empatado con Argentina, así que lo que nos dedicamos a celebrar –además del super ultra heroico empate en Buenos Aires- fue que Argentina se eliminó de esa Copa América precisamente por no habernos ganado.
Luego asomó un patucho que ganaba las Últimas Noticias y luego la San Silvestre y también corría una carrera Boulder Boulder en Colorado USA.  Era el ídolo que todos queríamos tener, aprovechándose de su fama llegó a ser diputado por la DP, tuvo líos de faldas, se hizo el loco en el examen de ADN  y todo. Viajó como la gran esperanza a las Olimpiadas de Seúl 88, toditos madrugamos por las puras para la carrera de los 10 mil metros y Rolando llegó por poco cuando ya cerraban el estadio. De paso cada 31 de diciembre por verle correr en la San Silvestre se nos enfriaba el pavo.   
Teníamos a un espectacular jugador de tenis en Andrés Gómez, pero vivíamos a cada rato acordándonos de que Pancho Segura fue campeón mundial cuando el sistema era diferente. Tanto nos acordábamos del Pancho que en agradecimiento se nacionalizó gringo.
Pusimos todo nuestro corazón el Nelson “Cleycito” Bolaños y en la primera pelea un enano italiano le sacó la madre.  El sueño por tener un campeón mundial de box hasta nos llevó a aceptar que Segundo Mercado pelee en una asociación medio extraña y en la Plaza de Toros le metió un cabezazo al contrincante y chao. Hoy día si googleas “Segundo Mercado” te sale que “se inauguró el segundo mercado de ventas petroleras”…
En los ochenta la suerte del pobre duró poco, o nada: cuando Jesús Fichamba participó en la OTI debió ganar pero esa misma tarde un terremoto destruyó la ciudad de México, así que ganó la participante mexicana y el pobre Fichamba volvió con medalla de plata. Pero ese segundo lugar y la sensación de ganador moral nos tuvo a todos convencidos de que teníamos a nuestro propio y pachacutiesco  Frank Sinatra. El pana cantó “la Pinta, la Niña y la Santa María” unas doscientas cincuenta mil veces y en donde podía.  Ya parecía “Patria Tierra Sagrada”.
Frente a los logros de nuestra televisión nos comportamos igualitos.  Nos pegamos al televisor para ver la novela El ángel de piedra, (yo todavía le digo ángel de piedra al Christian Norris), y la verdad es que era tonterosa. Recuerdo un diálogo de impactante anti naturalidad cuando el Mateo Santini  ya crecidito regresa para tirarles a todas sus hermanastras para que sufran. Entonces una de ellas (la más fiera) le encuentra caminando por el bosque de la finca donde vivían y le dice: “forastero, forastero, qué hace deambulando por los alrededores…”.  Qué chiste, ¿quién habla así?, ¿Quién le dice forastero a un cabrón con cara de loco que se mete a tu casa?, por último le dices diputado, pero no forastero. Pero igual nos fascinó la tal novela. 
Además éramos copiones, y seguimos siendo copiones, en especial de formatos de programas de televisión.  Como en el mundo latino reinaban los “Menudo” acá asomaron los de “La Pandilla”, solo que no hubo recambios y en vez de salir a los 15 años para que entre uno más guagua, los de la Pandilla se hicieron más viejos que los Miño Naranjo. Las tetas en la piscina de Sabrina Salerno cantanto Boys boys boys, eran como tomarse un frasco de viagra extraplus, aunque a ella si no hubo quien le copie en este país que en esos años estaba invadido de "santas" y "vírgenes".
Hasta nuestros terroristas eran medio de a luca, los primero en marchar al cementerio torturados y a la capacha fueron unos que se chorearon un camión de pollos y en el mismo camión de pollos se cruzaron todo Quito para ir a regalarlos en barrios pobres dados de robinjudes. Les cogieron a las diez cuadras creo.
Como no había mucho qué decir en los ochentas (entre otras cosas porque Michel Jackson solo cantaba y todavía no se dedicada a copiar a los curas católicos), se armó un zafarrancho espectacular cuando le Santificaron al Hermano Miguel que se llamaba Francisco. De lo que me acuerdo es que muchos pensábamos que con otro santo en los altares nuestra suerte cambiaría para mucho mejor. En octubre de 1984 el Papa JC II nos dio el supremo honor  de ser mencionados en El Vaticano. ¡Aleluya! Pero igual nos fue como en feria.
Sin embargo, en los ochentas no pasaban cosas como las de ahora. La moral era más sólida. La conducta ante la Ley, sin ser ideal, era mejor. El ñaño de un presidente máximo se hacía regalar tierras por el IERAC en Esmeraldas, pero no más.  De todas maneras la gente podía tener cierto nivel de confianza en algo. No habíamos llegado al Mundial de Fútbol, pero la codicia no se había tomado el alma de la gente como hoy. En los ochentas era difícil pensar que un joven de buena familia sería capaz de cometer un enorme fraude inmobiliario y de todas maneras siga siendo  invitado  a fiestas y gremios. 
Por lo general el dinero llegaba a los hogares (pobres o ricos) producto del trabajo. Los presidentes que tuvimos no fueron tan repugnantes como para sacarlos echando putas como los que vinieron luego. 
En los ochentas no escupíamos contra un Presidente sin prohibía la importación de güisqui o de chicles. Las mujeres no tenían más de dos enamorados, ni las putas tenían pipí.
Yo no se la verdad si hoy somos menos pendejos, pero más farsantes,  si tenemos cosmovisión, pero no ética. Si tenemos títulos pero no universidad. Qué tontera, yo que empecé queriendo burlarme del pasado  y ahora estoy extrañando al Indio Mariano, un programa de flojísima producción, pero infinitamente mejor que “Mi Recinto”.

LOS AÑOS 80 LOS AÑOS 80 Reviewed by RLN on 16:12 Rating: 5

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