Forajido y mariachi

Hay pocas cosas que no repetiré en mi vida. La primera es contratar mariachis —para el fin que sea— y aupado por el griterío general ponerme el sombrero del más casposo para cantar el mariachilocoquieregozar, creyendo que el espíritu de Pedro Infante y no el de Borolas ocupa temporalmente mi cuerpo embalsamado con tequila. Las fiestas deben empezar, avanzar hacia la dirección que sea y concluir sin interrupciones. Alguien debe ser el responsable del resultado (bueno, regular o pésimo), pero no el mariachiloco de Fuenteovejuna, sino el dueño de la invitación. No faltó, además, el resultado inesperado: que sea otro el fulano que se atribuya la idea de los mariachis y termine bailando con las más linda de la fiesta.
La otra es lanzarme de manifestante callejero en contra de algún gobierno con la idea de tumbarlo. Me ha costado mucho aprender y muchos más años me ha costado reconocer que las desparasitaciones y purgas que hemos realizado nos han dejado fantasmas y procesos de aprendizaje interrumpidos. Y nada más.
No estoy diciendo que Bucaram, Mahuad ni Gutiérrez fueron buenos presidentes, por el contrario fueron una mierda de presidentes. Mentirosos, ineptos, corruptos y entregados, cada quién, a pasiones y amos muy distintos y distantes a su “amado pueblo”. Pero debimos dejarlos que sigan, porque solo en el dolor el ser humano aprende. Ellos no merecieron el cargo, pero se los dimos, y nosotros (los tumbadores de presidentes) no nos hemos dado la oportunidad de aprender de esos errores. Y los pueblos que más tragedias han soportado, son aquellos que hoy lideran el mundo. A los presidentes hay que dejarlos terminar, porque la verdad objetiva solo llega con el tiempo (aunque muchos tengan la inteligencia de predecir las desgracias y la impaciencia les venza). Si Jaime Roldós terminaba su período, ¿sería la figura añorada que es hoy? Sospecho que no. Recordarán los que quieran y puedan que en su último 24 de mayo todos los asistentes al Estadio Olímpico le agasajaron con una olímpica pifia. A esto me refiero, y sin su trágica muerte no hubiese habido roldosismo y por ende Abdalá capaz que organizaba alguna invasión de tierras y no más. 
En las calles, esquivando bombas lacrimógenas, embalsamado con los gases policiales, repletándome de odio, yo que me las doy de muy independiente, me he convertido tres veces en uno más de la turba embrutecida. Creo que defendíamos posturas honestas, pero se dio lo que alguien dijo “juntad mil genios en un concilio y tendréis el alma de un mediocre”. Con las elecciones es lo mismo, ¡qué monstruo asquerosamente hambriento y equivocado es “la mayoría”! La mayoría, de la forma en que nuestra equivocada “democracia” la percibe, es tan equívoca y peligrosa que, por ejemplo, la mayor cantidad de aficionados al fútbol no son hinchas de  la Liga de Quito y entonces en una elección de las nuestras podrían votar a favor de prohibir a la Liga que vuelva a jugar un campeonato.
Yo nunca más volveré a bailar el mariachiloco, jamás (espero) volveré a formar parte de un grupo de genios o de idiotas donde cada quien toca una canción diferente (como en la escuela de El Chavo), y solo los más pilas y taimados luego se amarran con la linda de la fiesta y se llevan hasta los floreros. Tampoco saldré a la calle a tumbarme a ningún presidente, porque ya voy tres y ninguno está preso y tampoco cambió la cosa. Los gobiernos deben empezar, avanzar hacia la dirección que sea y concluir sin interrupciones, ahora lo entiendo y lo acepto.
Ni con tequila o gases lacrimógenos pude hacer un juicio de valor sereno ni prudente, que sea el tiempo el que nos enseñe a no equivocarnos una y otra vez.
Forajido y mariachi Forajido y mariachi Reviewed by RLN on 9:27 Rating: 5

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