En 1898, un pintor de 17 años llamado Pablo Ruiz Picasso era premiado con
una mención en la Exposición Nacional de
Bellas Artes con el lienzo “Ciencia y
Caridad”. La extensa biografía de
este Maestro continuó hasta convertirse en un punto de quiebre en la historia
de la pintura. Picasso, como es
conocido, rompió con la pintura
que entendemos como la recreación exacta de la realidad. El cuadro “Ciencia y
Caridad” es una obra de academia, formal, digamos. Desde esos años jóvenes
Picasso dominó lo que luego descompuso para volver a crear un arte muy
particular y que le dio inmortalidad.
La moraleja de esta parte de la vida de don Pablo es que para reconstruir,
modificar, incluso para criticar algo, primero debe dominarse aquello que se
quiere cambiar para mejor. Es de suponerse que si alguien quiere, por ejemplo,
escribir una novela sin estructura aristotélica y pretenda con ello innovar,
para su gloria, el arte de la literatura, primero deberá conocer cada detalle
de cómo escribir una novela con estructura aristotélica. Hay que dominar el arte que se pretende reescribir.
Ejemplos como éste son, posiblemente, todos. Es decir, piensen en el nombre
de un artista innovador, y sin duda será alguien que previamente era un maestro
en aquello a lo cual cambió de manera
trascendental.
Algunos (demasiados) izquierdosos quieren destruir el capital sin tener ni
una pizca de idea o talento para producir un centavo. Para muchos
pensadores la pobreza es el estado
natural del hombre, de ahí que la riqueza (legítima) exige ser creada. Veo y
leo a pseudohippies que despotrican en contra de la plata, pero no aguantan ni
un mes en el trabajo que por enésima vez les han conseguido unos estoicos
padres, que por su parte si tienen que producir, entre otras cosas, para
alimentar y vestir al pendejo de la referencia.
Así no se vale ser “de izquierda” pinches fracasados.
Varios de estos especímenes pasan desapercibidos (y muchos hasta son
admirados por las primas tontas y feas)
en sus comentarios porque el discurso de la igualdad, la justicia y toda
esa tracalada de buenas intenciones, es muy bonito y ojalá fuera cierto y
posible. Pero tratar de hacer una reingeniería en el mundo del capital sin ser al
menos capaz de mantener un oficio de a salario mínimo, o generar para unas
libras de arroz a fin de mes, es, digamos, una posición de un romanticismo in
extremis huevón. O absolutamente
hipócrita, o una simple forma de camuflar el fracaso ante la vida y sus
realidades y exigencias.
“Los
críticos son como los eunucos de un harem; saben cómo se hace, lo ven todos los
días, pero son incapaces de hacerlo ellos mismos” decía el escritor irlandés Brendan Behan. Esta frase tan brutal y afilada, se aplica a
todas las disciplinas, desde la creación de arte a la producción de
capital. Pasando por el escaldado que
porque no pudo jugar fútbol y no servía ni para pasabolas, decidió declararse
“inteligente” y “detestar” el fútbol, cuando muchos recordamos que hasta tenía
pelota propia, pero ni así jugaba en el equipo.
No hay arte, ni
belleza, ni verdad en la vida de un hombre que toda su vida fracasó en sus
negocios o trabajos y por eso despotricó en contra del capital, pero a penas
pudo conseguir un gran sueldo estatal o un contrato público, se puso feliz
contando sus monedas relucientes. Y el mundo tiene más de éstos que cucarachas.
Volviendo a Picasso, él
era comunista. Y recontra millonario. Pero él era Picasso. Los que no nacimos
tocados por esa vara milagrosa, hacemos el ridículo cuando sudamos
incoherencias.
Picasso y (muchos) izquierdosos
Reviewed by RLN
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14:47
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