Cuando
jugaba damas con mi abuelo paterno, y me comía alguna ficha, me decía “el que
saca la cabeza muere, mijo”. Y esa frase él la usó también para graficar
conductas envidiosas más de una vez. Lo recuerdo a menudo al viejo lindo.
Somos un pueblo de envidiosos, producto de una especie
envidiosa. Tanto se nos nota lo envidiosos que desde hace tiempos los políticos
y otros vendedores de humo apelan a esa condición para venderse. Carros finos, licores, ropa, mujeres, que
otros tienen que y tú no, son el fundamento de un montón de comerciales. Ellos tienen lo que tú no tienes, es el
concepto que nutre el discurso del pelafustán que busca votos, sin detenerse a
preguntarte por qué es que no has logrado tener algo en la vida.
En tantas familias ocurre que si a uno empieza a irle
bien, será odiado hasta por los cuñados. Solo se salva de ese odio la corta
temporada en que le da trabajo al pendejo de turno. La vida me va enseñando que una de las mayores
virtudes de los padres es criar hijos que no se envidien, ni se celen entre
ellos.
La envidia, antes
de ingresar al organismo, es más difícil de detectar que un ribosoma, una vez
adentro, es del tamaño de su portador. Hasta madres he visto envidiar a sus hijas!
Hace más de quince años en Quito muchos envidiábamos y de
paso odiábamos al Barcelona Sporting Club, porque algunas cosas importantes
había logrado. Hoy a la Liga de Quito, en Guayaquil le pasa algo parecido. ¿Si o no que el único equipo al que todos en
el Ecuador le tenemos una entrañable simpatía es el Aucas? Tan sencillos ellos
que pelean la final de la copa ni se cuántos a nivel provincial. Tan buenos e
inocentes que hasta el Kaviedes aceptó jugar sin hacerles cagadas. Espérense nomás que se de el milagro y
lleguen a ganar la copa Libertadores de América, ahí si van a saber lo que es
el odio estos indios desgraciados que
antes bien que eran petroleros, si hasta se llamaban Shell, vendepatrias,
atrasapueblos, entregados al poder transnacional, ocultos tras el nombre de un
grupo casi no contactado al cual jamás le pagaron ni un dólar por regalías pese
al uso y abuso de un ancestral nombre como es Aucas. Y así.
Lo malo de la envidia es que casi nunca despierta el
deseo de superación, sino el de arranche. El envidioso prefiera que el otro
pierda sus millones o su lo que sea, antes que procurarse esos millones o eso
lo que sea. La cosa es joder, no necesariamente tener, ni peor hacer.
Las mujeres a aquella que es más linda o inteligente, le
dicen zorra. Los tipos al pana mejor vestido le dicen maricón. El término
“pelucón” terminó siendo el slogan del envidioso. Al que va primero en lo que
sea, a ese, hay que bajarle de las patas.
Y
así, como en la olla de cangrejos, todos consiguen bajarse a alguno que esté
arriba, pero ninguno logra salir.
El deporte nacional
Reviewed by RLN
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10:14
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