Nunca
fui un asistente usual al estadio, ni fui miembro de una barra organizada, y
salvo un cruce de naranjazos y puteadas con la barra de otro equipo hace
algunos lustros, jamás me convertí en un violento guerrero del amor por
camiseta alguna.
Con
el tiempo los partidos de fútbol han ido trepando en pasión y locura. Eso de
clasificar a mundiales, ganar libertadores y sudamericanas resulta tan
peligroso como defender el cargo cuando el petróleo está en 100 dólares. Qué
dulces tiempos en los que no ganábamos ni en Pasto, y el petróleo estaba a 12
dolaritos.
En
fin, de pronto ir al estadio a ver el fútbol se convirtió en una real
posibilidad de morir de un botellazo, con una bengala, acuchillado, o de un puñete. Súbitamente cae muy cerca de ti o de un amigo o un
pariente una funda llena de meados o algún sólido pedazo de lo que sea. Por más lindo que sea un partido y más
elevado que sea el nivel de nuestros profesionales, no vale la pena que recibas
la libertad expresión de algún tarado antisocial.
¿Se
puede arreglar el desempeño de un equipo o del fútbol en general con un
alarido? ¿con una exclamación sobria y lógica? ¿Con un buen chiste que desnude
las falencias del director técnico o del mandamás de turno? La respuesta es no.
Rotundo y redondo NO. ¿Se puede ir al
estadio en silencio? Tampoco. Hoy prefiero ver el fútbol en la televisión, y si
juegan equipos que no me importan, mucho mejor.
Twittero si fui. Y conocí gente
excepcional y amorosa. A la mayoría se dónde encontrarla y ellos también saben
dónde estoy. Y en mi calidad de twittero
acudí con frecuencia a los graderíos virtuales donde algún evento o personaje
público era pasto de discusión, sorna y análisis. Y de pronto la bolsa de
meados estallaba al rededor. No
necesariamente apuntada contra mi, o contra algún amigo. Pero de esas que caen
demasiado cerca y si no te mojan, al menos te causan repugnancia. Demasiados
gritos destemplados, enfermos de fanatismo, de revancha, de hambres atrasadas,
de odio, de salario público. De venganza.
Aclaro que en twitter me trataron
siempre muy bien, como anécdotas solo dos “colegas” trataron de ofenderme, uno
era fanático del papa Banedicto y otro fanático de Alianza País.
Y pensar
que, así como devolví los naranjazos en el estadio, también lancé mi bolsa de
meados en tuiter, es vergonzoso. Y ¿para qué?
¿Acaso el país se compuso un poco? ¿Acaso la fe pública se respeta más
desde que somos tuiteros? ¡Ja! Creer que
cambiaremos el Ecuador usando los mejores pensamientos contenidos en 140
caracteres es como creer que Rueda cambiará su estilo de juego porque en la
tribuna alguien se lo pida a gritos. No hay tal. ¿Y se puede estar en twitter en silencio? Preferible ver porno.
Dejé
de ir al estadio hace años. Y hace meses me largué de twitter. Tengo una vida más tranquila desde
entonces. No vivo del fútbol, ni tengo
que rendirle cuentas a nadie públicamente, así que puedo irme tranquilo. Capaz
cuando juguemos contra Argentina o Brasil me de un salto por ahí. Hasta entonces
chao. #AhíSeVen
El twitter y el estadio
Reviewed by RLN
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9:14
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