Al inicio de este artículo hablaré de la conquista
española, pero me anticipo en comentarles que no se trata de una queja
amerindia, ni un reclamo pro mestizaje, ni un canto a los reyes católicos, ni
nada que tenga que ver con la odiosa situación de vivir en un estado de
incesante reclamo a los famosos 500 años y todo eso.
Dicho esto, paso a escribir que la historia recoge –no
sé si con más pruebas que con deseos de encontrar una explicación- la razón por
la cual un par de cientos de españoles vencieron a docenas de miles de incas
durante la conquista.
Específicamente, se conoce un pasaje (tal vez falso)
donde Rumiñahui está a punto de vencer al ejército de Sebastián de Benalcázar y
el inoportuno volcán Tungurahua entra en erupción, haciendo que las tropas
incas replieguen al creer que sus dioses se habían enojado por pelear en contra
de los forasteros. Así también se conoce
cómo la adoración a la encarnación de los cielos en la tierra que era su amado Atahualpa
plagiado en la plaza de Cajamarca, sirvió como la mejor arma para descorazonar
y vencer a todo un imperio de millones de seres humanos. Lo que los derrotó fue su fe, su incapacidad de cuestionarse la religión en la que crecieron.
Hay información sobre las deidades incas, varias de
ellas expresándose en fenómenos naturales inentendibles como un terremoto o una
erupción. Imaginen ustedes, un día claro y de suave brisa, en el que todo
parece que marcha bien, cuando de pronto se enoja un dios y estalla la tierra
en rocas incandescentes y no quedaba otra opción que correr a sacrificar a una virgen del sol o algo por el estilo.
Solo algunos maridos podrán entender esa situación de no saber por qué
se armó la que se armó.
Los españoles, llegaron exhibiendo, también, su
religión. Una de la que hay suficiente detalle como para saber, según ellos, qué espera ese dios de sus fieles, con Jesús
de por medio, con el amor al prójimo incluido y el repudio a cualquier forma de
maldad, crueldad, avaricia, ira, o crimen. Una religión de amor, en resumen.
Una que hasta la fecha está vigente y tiene los mismos exactos mandamientos con
los cuales llegaron los conquistadores a este territorio hace más de cinco
siglos.
Dos culturas chocaron, dos culturas guerreras,
imperialistas, conquistadoras. Los Incas tomaron a fuerza y sangre el
territorio que llamaron el Tahuantinsuyo, y los españoles con la misma
gentileza colonizaron tierras alrededor del mundo que conocían. A ningún bando se le puede acusar de ingenuo,
de atrasado, ni de idiota por haber sido derrotado. Cualquiera pudo vencer la guerra, la verdad.
Sin embargo, el enorme peso que inclinó la balanza a
favor de los europeos estuvo en la atroz debilidad que genera creer en algo con
los ojos cerrados. Incas fanáticos, ignaros, diríamos ahora si fuese actual la
noticia de un ejército que huye porque su dios volcán se ha enojado. La victoria favoreció a los majos españoles porque
realmente no creían en la doctrina de
amor de su adorado Jesús. Lo que los convirtió en vencedores fue su falta de fe, su capacidad de cuestionarse (y hasta traicionar) la religión en la que crecieron. De hacerlo, ni
siquiera hubieran salido en barcos a buscar desaforadamente el oro que tan mal
administró la corona. Los Incas, ellos si fieles creyentes de lo que creían,
prefirieron ser derrotados e incluso muertos por seguir al pie de la letra su fe.
Es posible que muchos encuentren loable
preferir la muerte a cambiar la forma de pensar, pero yo pienso que por algo
tenemos cerebro.
En fin, la verdadera fortaleza (sin juicio moral de
por medio) no radica en creer con fe ciega en algo. La duda es fuente de poder
(para el bien o el mal), y ustedes saben
las veces que han tenido que dejar de creer en lo que creían para salir
adelante. No se hagan los fidelísimos.
Hoy nos burlamos y hasta pensamos que merece la cárcel
la madre que por creencia religiosa impide que su hija sea operada, hasta que la
niña fallece. Y esto es un ejemplo de la debilidad de creer ciegamente. La fe irracional, como el trago chiviado,
deja ciegas a la personas. La creencia a toda costa, roba el músculo de la
vida. Los que creen –y hasta se sienten superiores
por tener una fe que ni pueden explicar- son gobernados, conducidos y
explotados.
Cuidado supongan que por tener una religión o fe a ultranza son poderosos, es al final del día, todo lo contrario. Los que piensan, los que dudan, los que cuestionan son los que gobiernan, crean y hasta mejoran el mundo.
Cuidado supongan que por tener una religión o fe a ultranza son poderosos, es al final del día, todo lo contrario. Los que piensan, los que dudan, los que cuestionan son los que gobiernan, crean y hasta mejoran el mundo.
FE NO ES LO MISMO QUE FUERZA
Reviewed by RLN
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16:36
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