No
se si alguna vez, mientras tú defendías tus creencias católicas, yo te hablé
del rabino y cabalista Isaac Luria, que concluyó que el universo apareció en el espacio que su por su voluntad
dios dejó libre cuando se contrajo, o
mejor dicho, cuando se retiró. En ese
espacio vacío apareció el caos y la creación. Donde dios no está, está el
mundo, me parece que te dije.
Nuestras
charlas nunca fueron un debate porque hablábamos en los quince minutos del
descanso de cada partido de la Champions. Y de esos quince minutos -y el resto de largas horas de hablar y hablar-, la mayor
parte de agotaban en temas de las familias y en risas por cualquier cosa. Lo inútil y vacuo de
defender algo que ninguno de los dos realmente sabía en esos días, no nos quitó tiempo jamás.
Tú, a casi un
mes de irte, es probable que ya tengas las respuestas.
Los
hombres buscamos antídotos para el dolor y para la necesidad. Alimento y agua
cuando el cuerpo desfallece, explicaciones de todo tipo cuando la muerte lanza
su mirada a los que amamos. Es una tarea
frenética esto de comer y no sufrir. De cada día y de cada noche y a veces paradójica: mientras unos
hacen dieta, otros pasan de hambre. Y mientras me explico tu muerte, como para
que no duela tanto, tampoco pretendo que no me duelas como para que me parezca
normal tu ausencia.
Pero
quiero volver a eso de contraerse para crear. A esa idea de dejar un vacío para
que aparezca un universo que de lejos es hermoso y que fascina por su
equilibrio de rocas de todos los tamaños
flotando, viajando, girando y otras alumbrando, estallando y extinguiéndose. Me
gusta la idea de la ausencia de dios además, porque explica de una forma
poética la creación y de paso explica porqué el cabrón no está para hacerse
cargo de tanto hijo de puta y de tanto absurdo.
En un juicio por su insostenible negligencia, dios podría defenderse
argumentando la idea de Luria: “no puedo ser responsable de lo que ocurre en
lugares en los cuales renuncié a estar”.
Inocente.
Es
altamente coherente que en un mundo impune, su hacedor también lo sea, para
algo sirve el poder pues y él es todopoderoso.
También
me gusta pensar que somos pequeños dioses porque creamos, ignoramos, castigamos
y amamos. No hay característica –virtuosa o malvada- de dios alguno en la
historia de los hombres que no la comparta alguna persona. Desde entregar tu
vida por otros, hasta violar a tus propias hijas.
Somos
dioses que inventan dioses que crean dioses que inventan dioses.
Y
aquí es donde viene lo que quería decirte: me pregunto ¿qué tipo universo
saldrá del caos que deja tu ausencia? Porque
ahora estamos en el caos, y tú realmente haz cumplido tu labor de contraerte y
dejar que las cosas sigan sin ti. Pienso
en tu hijito, en tus hijas, en tus nietas, en tu mujer. En tus amigos. En el espacio de tu cama, en el hueco en tu
empresa, en el palco en el estadio, en nuestro club de dos. El dolor es
egoísta. El dolor es veneno y es su propio antídoto. Te arranca girones y te
cose otros nuevos. Debe haber alguna otra mitología o cultura que tenga un dios
que se llame Dolor. En la nuestra se
llama dólar ¿no? –creo que lo hablamos alguna vez-, y ahí si estuviste conforme.
Tú eras
un pequeño dios de los buenos, es natural creer que lo que irá apareciendo será
como tú y que en la actual ceguera de las lágrimas se oculte un universo para
tu familia que va naciendo para sonreír
y para ser valiente.
Te
rezo para que sea así.
Para Schubert, desde el caos.
Reviewed by RLN
on
8:56
Rating:
No hay comentarios:
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.