Los 40 y las creencias


Hoy es 20 de julio de 2013. Hace 40 años murió Bruce Lee. Él creía en esta frase que él mismo redactó:

"No tener ningún camino como camino, no tener ninguna limitación como limitación".

Yo, además de ser cómo Lee, un temible cultor de las artes marciales, he encontrado en esta frase un resumen de lo que intento pensar cuando convivo con las ideas.  Para entender mejor el pensamiento global de este genio chino de la filosofía y las patadas, es bueno conocer también su famosa frase “se agua, amigo”.  Es decir, se capaz de amoldarte, no seas rígido, acóplate.  Aunque en primera instancia, renunciar a las ideas fijas pareciera una invitación a la derrota, al acomodo fácil, incluso a la hipocresía, no es esto lo que trato de decir.  Lo que ocurre es que la ideas que pretenden volverse únicas no son fáciles de defender, de ahí que la propaganda es angustiantemente continua para venderte cualquiera de ellas. Hasta para que caigas endulzado en la idea de un dios todo amoroso te clavan un hierro hirviente.

A saber, hay dos tipos de ideas:

Aquellas por las que se ha hecho uso de la violencia para ser acogidas.

Y las que no.

Trato de no creer en ninguna de las primeras y estoy vuelto loco tratando de pensar en alguna que entre en la segunda clasificación. No estoy seguro de que exista alguna idea desprovista de violencia. Aunque se la pueda entender y justificar como la auto defensa en cualquiera de sus formas, por ejemplo reventarle de  un batazo en la cabeza a un ladrón que trata de meterse a tu casa para proteger a tu familia y de paso que el choro imbécil entienda la idea de la ley y el derecho ajeno.

Entre las primeras ideas de mi dual clasificación están el cristianismo, el catolicismo, el islamismo, el sionismo, el protestantismo, la democracia, el fascismo,  el capitalismo, el socialismo, el comunismo, el monarquismo, el creacionismo, el machismo, el feminismo, el nacionalismo, el sindicalismo, el racismo, el separatismo, la homofobia, el especismo. La lista es sin dudas mucho más extensa, con decirles que hasta el pacifismo quieren algunos conseguirlo a bombazos.

Hace más de veinte años hice mi tesis de grado del colegio y el tema era el terrorismo. Pude entrevistar a un, ya en ese entonces, retirado y derrotado guerrillero de Alfaro Vive Carajo que había estudiado en mi colegio. Nunca olvidaré nuestra reunión en una cafetería de un antiguo centro comercial en Quito y tampoco olvidaré que mientras hablaba de justicia social y todo eso, le pregunté porqué mataron gente por una causa noble, y me respondió que había creído necesario el derramamiento de sangre. Y la derramaron. Tenía 18 años en ese entonces y por cada año que sumo, más grande se vuelve mi estupefacción ante esa respuesta.  Y definitivamente no creo que hay suficientes palabras que justifiquen que una idea, incluso una propuesta loable, precise de violencia. Ahora ellos son héroes por decreto, pero su idea del socialismo y todo eso, además de que ha fracasado en todas partes del mundo porque es una idiotez económica, y a cualquier dios se puede destruir, menos al dinero. El socialismo nunca será posible porque la gente puede perdonarte hasta que le rompas ilegítimamente el corazón, pero nunca el  bolsillo. 

Sigo pensando en cuáles son las ideas que la humanidad ha hecho suyas sin alguna violencia intelectual o física de por medio. Todavía no las encuentro. Hasta el amor te lo reclaman enojadas algunas personas.

Tuve la impagable suerte de haber crecido en una familia libre de ideologías. Nunca en las sobremesas oí a nadie hacerle loas, ni peor fervorosas invocaciones  al Ché Guevara, Stalin, Marx, Tatcher, Reagan, Macarthy.  A mi no me enseñaron a amar por la vía del odio. Esta cosa de la lucha ideológica y sus consecuencias recién la empecé a notar a los treinta y pico. Ni siquiera en la Universidad logré contagiarme de nada más allá de algún prejuicio.   A mis cuarenta años me despierto libre de ideologías y me siento conforme con esto y acojo esta paz mental como una indemnización que me ha dado la vida por el estado de mis articulaciones.  Mis amigos de izquierda me acusan de capitalista y mis amigos de la derecha me dicen socialista. Es raro,  aunque tampoco estoy en el centro de nada, porque lo último que soy es equilibrado y mi siquiatra puede dar fe de esto.

En algún momento fatuo de mi vida pensé que hacer fortuna pese a la comodidad del vecino era mi derecho porque me sentía muy inteligente y favorecido por el destino y creía que la mayor parte de la pobreza era causada por los mismo pobres y sus perezas. Esta visión, por supuesto fue un error de inmadurez y superficialidad que está superado en mi mente. Luego, ya más grandecito pensé que no estaría mal ser de izquierda porque suena muy lógico hacer que todos los seres humanos puedan vivir con dignidad e igualdad de condiciones, incluso rompiendo el derecho legítimo de personas con riqueza obtenida con trabajo, talento y legalidad.  Esta idea también se me pasó cuando aprendí a trabajar.

En mi vida he tenido que laborar para vivir y no soy envidioso, se lo que cuesta la plata y no creo en cucos malos ni buenos, trabajadores o perezosos. La justicia no se obtiene con venganza, ni con complejos, ni con revoluciones armadas de guillotinas que terminan luego guillotinadas por los siguientes inconformes o peor, por los hijos de los primeros muertos.  El ser humano es un bicho asustadizo y muy ducho en encontrar excusas para sus fracasos. Es fácil odiar el “capital” si resultaste un inoperante, por ejemplo, así como es fácil despreciar al pobre si no sabes lo difícil que es tener una oportunidad en la vida.

La ideología política se parece demasiado al amor apasionado por los equipos de fútbol, estás dispuesto a perdonar cualquier trampa de tu equipo con tal de “ganar”. Y la discusión usualmente es un debate de botellazos o fundas con orines. También las creencias religiosas son un monstruo culpable de millones de asesinatos y atropellos.  Debo reconocer que no soy tan racional ni mesurado como para creer demasiado en algo. Un dogma, para que no asesine, debe ser patrimonio de gente extremadamente sana, y gente sana no es lo usual en mi barrio.

El genio maravilloso de Mark Twain dijo “¿morir por mis ideales? ¡Jamás!, podría estar equivocado.”  Las ideas absolutas son mayorías absolutas y nadie es capaz de actuar sensatamente en el tropel poderoso de un gentío desbocado. Gente podemos quemar viva en un momento de locura colectiva. 

“Dadme un concilio con mil sabios y tendréis el alma de un mediocre” dijo un buen observador alguna vez. Los gremios aparecen para esto usualmente.  Esto es demasiado cierto. El montón, la presión, la barra brava, las ideas que tratan de imponerse. Esa ceguera de la manada incapaz de detenerse a mirar las opciones, ni la sangre en el camino. Las creencias no son analizadas por quien es incapaz de pensar mientras corre en la turba. 


Prefiero la soledad de lo relativo. Equivocarme individualmente es menos peligroso. Yo solito puedo cometer mis propias estupideces.  No soy tan empático como debería o podría ser, por eso quisiera ser como el agua de Bruce Lee, y por eso mi camino no lo encuentro en mapa alguno.

Quisiera ir por ahí haciendo el menor daño posible y creyendo casi nada en el azul del cielo.


(Que, como dijo Lupercio Leonardo de Argensola, ni es cielo, ni es azul)
Los 40 y las creencias Los 40 y las creencias Reviewed by RLN on 10:41 Rating: 5

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