“De algo hay que morirse”


De algo hay que morirse leí y escucho a varias personas que declaran henchidas su estado de rebeldía ante el titular noticioso sobre lo expresado por la Organización Mundial de la Salud con relación a las carnes rojas y a los embutidos.   La frase recoge la verdad, así somos, esta es nuestra actitud frente a casi todo y en los hechos se confirman nuestras limitaciones. Como muestra, si no hemos podido dejar el tabaco, menos lo haremos con el tocino. Y si bien, no hace falta recordar que cada quién es libre de hacer con su vida lo que le venga en gana, a mi me causa mucha curiosidad la forma en que reaccionamos ante cualquier evento que pudiera significar cambio.

Hace algunas décadas acusar al tabaco de cancerígeno sonaba tan blasfemo para los enamorados de sus costumbres como hoy decir algo similar del tocino. Hoy la gente fuma sabiendo, y comerá embutidos dudando, y en ambos casos diciendo “de algo hay que morirse”. Unos harán fortuna y los consumidores se sentirán valerosos y libres. 

Pero para mi esta frase no es una postura de vikingo frente al destino, sino al terror a cambiar las ideas que ya tenemos. Le tenemos más miedo a una información que nos altere las costumbres que a la muerte.  No se cómo calificar este odio/rechazo a cualquier planteamiento que se vaya en contra de lo que nos gusta o de lo que nos parece bien. ¿Que maldita neurona hace que tengamos la tendencia a convertir en dogmas hasta los sabores?  ¿Qué hay en el cerebro humano que consigue llegar a la Luna, pero no procesa una sugerencia consistente en un cambio de alimentos? Bueno, la verdad es que pocos cerebros saben cómo llegar a la luna y el resto se conforman con verlo por TV o en fotos.

Regreso al tema de la información y la comida. Habrán pasado ya más de dos años desde que la Universidad de Harvard informó que la leche y sus derivados aumentan el riesgo de enfermarse con cáncer de próstata  y ovarios.  y no habrán faltado aquellos que idearon una teoría de la conspiración de hippies y veganos para joder a la industria láctea, pero me cuesta creer que la Universidad de Harvard (que no es la única con estudios y conclusiones poderosas y similares) se preste para darle gusto a estos pobres desocupados que aparentemente aman más a los animales que a los humanos (no los culpo la verdad). 

Hoy como respuesta a lo dicho por la OMS, varios productores y vendedores de carne han “desmentido” tremenda locura, así como la industria láctea nos sigue convenciendo que sin leche de vaca se nos rompen los huesos de humanos.  A mi la verdad si me causa un poco de dudas que aquellos que me quieren vender algo sean aquellos que me dicen que han probado científicamente que sus productos  son muy buenos.  Pero otros -acaso la mayoría- prefieren creer que la conspiración viene de aquellos que liberan información que te amplía las opciones de elegir.

Al respecto de esto, les voy a contar la historia de Clair Patterson: A este científico se le encargó medir los rastros de plomo en cristales de zircón con la idea de medir la edad de la Tierra. Al mismo tiempo su colega George Tilton medía los rastros de uranio en los mismos cristales. Los resultados del uranios fueron invariables mientras que Patterson encontraba siempre resultados distintos en cuanto a los rastros de plomo.  Para no hacer larga esta historia Patterson, además de establecer la edad de la tierra,  descubrió que todo el ambiente se encontraba contaminado con el plomo que emitían las gasolinas de ese entonces que su presencia  alcanzaba niveles atroces en los organismos humanos. El plomo entre otras cosas bloquea los neurotrasmisores con los que se comunican las células y afectan especialmente el cerebro y sus procesos cognitivos.  Esto ocurrió a mediados de los años 50 del siglo pasado y su activismo, nunca libre de ataques, burlas e intentos de desprestigio, consiguió que en 1970 se prohibiera la producción de gasolinas con plomo en EEUU. Estoy seguro de que no faltó el iluminado que sospechó que todo era un boicot de quienes bailaban música disco y recibían financiamiento de los productores de LSD que necesitaban plomo barato para mejorar los vuelos.

Tengamos algo de confianza en los ejemplo que va dejando la historia: En los años 20 del siglo pasado en EEUU, la General Motors descubrió que el tetraetilo de plomo era un excelente y lucrativo aditivo para las gasolinas, pero cuando trabajadores empezaron a perder la cabeza y a morir envenenados por un “misterioso gas”  se puso en duda la seguridad del plomo para la salud humana, contrataron a un médico llamado Robert Kehoe para que mediante sus “estudios” y publicaciones pusiera en duda los posibles daños causados por el plomo.  Así, gracias a este mercenario tuvieron que pasar varias décadas hasta que Patterson empezara a sacudir el ambiente otra vez y a ser escuchado. Pero por décadas la General Motors hizo su negocio y convenció a sus propios “de algo me he de morir” para que casi nadie ponga en duda las bondades de su veneno.

Han pasado suficientes años como para que nadie se “sienta ofendido” en su derecho a envenenarse con plomo o a comprar la gasolina que su respetable rebeldía le cante, pero los tipos como aquellos de la General Motors siempre estarán apareciendo para llenarse los bolsillos haciendo mierda la calidad de vida de quienes no se han informado y de quienes sabiendo cómo son las cosas son incapaces de dudar de sus gustos y costumbres.

Me llama mucho la atención la forma en que establecemos lo que es “cierto” y lo que no.  Y no es conducta solo en mortales simples y parásitos de verdaderas inteligencias.  ¿Han oído de Robert Carson, el mega ultra genio neurocirujano que separa siameses unidos por la cabeza, y que quiere ser Presidente de la EEUU? Bueno, pues este señor lleno de PHDs de verdad cree que la tierra se formó hace 6000 años y defiende el creacionismo como si fuera un cura medieval español.  ¡What pusys is happening to us!

Por cierto Patterson –otro científico como Carson- estableció con poco margen de error que la edad de la Tierra es de 4.550 millones de años y retorno a mi estupefacción ante la manera en que recibimos la información.  La forma que tenemos de declarar lo que es cierto o falso no pasa por un análisis que se vaya más allá de tradiciones, gustos y costumbres. ¿Por qué? ¿Qué cargamos adentro que nos hace aferrar a lo que nos enseñaron o a lo que aprendimos como esos primeros discos láser en los que no se podía grabar nada luego del primer uso?  Algún científico ya lo debe saber, pero no lo conozco.

Ahora, volvamos al delito de lesa tocinitud que ha levantado tanto desprecio contra la OMS. Un tuitero me dijo que la OMS está llena de hippies vegetarianos, y con eso seguramente dio por terminada su científica reflexión. Al mismo tiempo una tuitera exclamó con mucha sensatez que le parecían unos idiotas los que decían “de algo hay que morirse” porque al final el tema pasa por la calidad de vida.  Claro, si tienes la posibilidad de bajar tus riesgos a tener pésimos años  de mala salud antes de morirte, ¿qué hay de malo? Hay gente que dice que el promedio de vida es de 75 años, ojalá, pero yo prefiero ayudarme a que de esos años los últimos 5 no sean agonizando con cáncer.

Yo soy vegetariano porque no puedo aceptar que todavía asesinemos animales para sobrevivir como hace cinco o cuarenta mil años. Es un dolor que no necesitamos causar, pero es negocio -grandísimo negocio- y así como la General Motors, no faltarán los que paguen por mentir y hacernos creer que es muy necesario el holocausto diario al que los sometemos. La OMS mantiene el antropocentrismo como primer interés así que no va necesariamente por ahí mi atención a sus dichos.  Lo de la OMS no se enfocó en los animales y en sus derechos que poco a poco se van reconociendo, sino en la salud del ser humano exclusivamente, por lo tanto cuando aparece un Sherlock Holmes a decir que esto es conspiración de los vegetarianos me doy cuenta de que acá la gasolina sigue teniendo plomo. Bastante más de lo que se creería.

Y un comentario final a quienes desechan la información que la ciencia nos va proporcionando con el pasar de los años: Cuando sea la hora de vacunar a sus hijos, sosténganlos con todo el amor que les profesan y amparados por sus propios gustos, desistan de hacerlo y recen en voz alta: “de algo hay que morirse”.


“De algo hay que morirse” “De algo hay que morirse” Reviewed by RLN on 13:37 Rating: 5

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