La
democracia no es un producto únicamente de las elecciones y la familia no es exclusivamente
el resultado de la capacidad de procreación. Tantos siglos han pasado desde que ambas construcciones sociales aparecieron y con tristeza en países como éste, todavía son necesarias estas aclaraciones.
Es
común, es una tendencia facilista, una mala costumbre reducir los conceptos
cuando nos conviene. Cuando somos una mayoría que vence en cualquier situación,
nos sentimos inmediatamente intocables y cobijados por la palabra democracia y
nos olvidamos que una verdadera democracia es aquella donde se protegen y
escuchan a las minorías, donde hay equilibrio, donde la fuerza bruta de la masa
no se impone sencillamente por ser más que el resto.
Por
otro lado, leo y escucho a mucha gente decir que familia es el resultado de la
concepción de mujer y hombre que han procreado hijos y han formado una célula y
que nada más que eso puede ser una familia. Sin embargo, los hechos han
demostrado que no es así solamente cómo se hace o se tiene o se crece en una
familia. En ocasiones un padre abandona
su hogar, en otras es la madre, hay divorcios, hay abuelas y abuelos, hay tíos y
tías, hay padrastros y madrastras hay
una posibilidad inagotable de opciones donde niños crecen sin el “sistema” de papá
y mamá. Yo quisiera saber qué pensaría
una persona, que por las circunstancias fue criado por su mamá y su abuelo, al
escuchar a alguien decirle que lo suyo no fue una familia.
Pero
estos sin sentidos –el de mi frase anterior-no son frecuentes porque en nuestra
ligera concepción de las ideas, parecería que estas uniones familiares se
“legitiman” en vista de que el origen de
esos niños fue el acto sexual que permite la concepción. Al final, y para
variar, lo que nos importa es la vida sexual de las personas como forma de
medir si nos gusta o no lo que hacen. No les importa si son padres o madres
responsables los que cuidan del niño, lo que les importa es con qué otro adulto
practican sexo voluntario.
Y
aquí es cuando se revientan los conceptos que defendemos desde la simplicidad
de una característica y no de un conjunto de elementos equilibrantes y reales.
Cuando ya no nos gusta lo que hace la mayoría entonces ahí dejamos de sentirnos
cobijados por la bella democracia, ahí despertamos a entender que se necesita
mucho más que una cierta cantidad de votos para tenerla. Ahí vamos aprendiendo
que la vida que se desarrolla en nuestra sociedad no puede ser catalogada como
buena o mala a partir de lo que nos parece bien o mal. Una democracia no está para garantizarte la
comodidad mientras estás con la mayoría, la democracia está para enseñarte a no
joder a los demás.
Es
delicioso cuando despiertas dándote cuenta de que eres un ser que casi siempre
es parte de una minoría. Ese momento entiendes que necesitas tanta protección
como protección debes ofrecer a los demás.
Ese momentos entiendes que reducir a su más básica expresión conceptos
como democracia o familia es un craso error que te saca de la realidad y que te
estalla en la cara más temprano que tarde, porque democracia es mucho más que
elecciones y familia es muchísimo más que sexo heterosexual para concebir.
Dicho
esto, familia también es una pareja homosexual criando con amor a un niño
abandonado que ningún personaje “de principios” cuidará en los días de su
vida. Familia es también una pareja de
viejitos con sus quince gatos, familia es cualquier asociación de seres vivos
cobijada por amor y protección mutuos. Y
democracia es –entre otras muchas cosas- que dejes en paz a la gente vivir,
organizarse, amar y proteger a quienes quieran mientras no se metan con tu vida
y tu derecho a vivir, organizarte, amar y proteger a quienes quieras.
DEMOCRACIA Y FAMILIA
Reviewed by RLN
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7:43
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