Uno
de los personajes más fantásticos y útiles que tienen varias religiones, y
especialmente la Católica es el diablo.
Parece que es un enemigo de la fe, pero cada vez que asoma alguna
película con poseídos, el primer héroe en ser convocado es un cura. Un cura
católico, casi siempre. Y claro, a punta
de agua bendita, cruces, padres nuestros, el sacrificado héroe logra vencer al
diablo, y del cine salen todos convencidos de que si el diablo existe, pues
Dios también existe.
Cuando más felices y tranquilos estamos, cuando más inocentes y puros somos, viene este hijuesupadre a poseernos por pura maldad. No se al final con qué finalidad, nunca he visto la historia donde Satán le gane al cura y se quede con el cuerpo de su víctima. En fin.
Cuando más felices y tranquilos estamos, cuando más inocentes y puros somos, viene este hijuesupadre a poseernos por pura maldad. No se al final con qué finalidad, nunca he visto la historia donde Satán le gane al cura y se quede con el cuerpo de su víctima. En fin.
Satanás,
como cualquier entelequia, también es
muy útil cuando se trata de desviar la responsabilidad. Está de moda culparle de los actos de
pedofilia de los sacerdotes, por ejemplo. "Fue el diablo, y estoy rezando por
esos niños violados, y por el sacerdote tentado por el maligno", es la frase que
se repite con frecuencia desde el Papa para abajo, y listo. Un comodín
perfecto.
El
diablo, ser ficticio como el resto de este cuento, siendo el enemigo principal,
es también el mayor generador de propaganda. De nada, o casi nada, nos
servirían los caballeros Jedi, si Darth Vader no apareciera en la
historia de Star Wars. Igual es acá. Ese mal debe
existir a cómo de lugar. Ese enemigo más vale que jamás se muera, por más daño
que supuestamente causa. El diablo es la definición de MAL NECESARIO, para una
iglesia a la que le urge ser “salvadora de almas”.
La misma pendejada mitológica y utilitarista es la ideología de género. No existe, pero para el curuchupa conservador funciona perfecto para que vengan los buenos curitas a salvar a la familia de un falso plan macabro de amariconar a los niños. Para los homofóbicos también sirve pues les confirma que los "maricas" son tan malos que hasta quieren dañar a los niños. Qué cómodo.
Siempre
me ha parecido sospechosa la calculada aparición de la famosa “ideología de
género” en la misma época en que la justicia civil ha sacudido cada hueso de la
iglesia católica a causa de los miles y miles de casos de pedofilia denunciados
a nivel mundial y que ya no pudieron encubrir.
Ahora que ya todos tienen una cámara de video en su celular, resulta muy
complejo inventarse que la Virgen se apareció en algún lado, y no les ha
quedado más que desarrollar un organizado plan de mentiras que “prueban” que la
ideología de género está en marcha en varios lugares, pervirtiendo a nuestros
niños con la complicidad de países que se han entregado –como cualquier pecador-
a las malas artes de otro término que suena vendedor, pero es tan ambiguo que
sirve para cualquier slogan: el “marxismo cultural”.
Llega a sorprenderme la poca capacidad de crítica y de la mínima sospecha de tanta gente que lee cosas francamente ridículas sobre la "ideología de género" y se espeluzna. Cualquier persona con ganas de saber sobre el tema puede encontrar información que demuestra, con hechos, que no es verdad que en tal país la ley manda a las escuelas a enseñar a los niños a hacerse "maricas", como un ejemplo, entre docenas de falsedades que son desmentidas a diario. Pero tristemente demasiadas personas no quieren saber la verdad, sino leer cosas que les hacen sentir bien consigo mismos o que reafirmen sus prejuicios y temores. No obstante, que una cosa te haga sentir cómodo, no significa que sea cierta.
La
“ideología de género” no es más que el nuevo Satanás. Es la nueva propaganda de la iglesia. Eso se
lo ha dicho hasta la saciedad. Es la última versión del diablo, del aburrido ángel
caído dispuesto a pervertir a las almas puras motivado únicamente por el deseo
de hacerle enojar a Dios.
Solo
falta la película. Que no demorará en aparecer pues si algo tienen en la
iglesia es plata. En el guión inventarán
un país sumido en las tinieblas, con leyes que obliguen a los niños a hacerse
homosexuales, a las niñas a volverse lesbianas, a cortarles el pipí y ponerles
tetas mediante sorteo, mientras en el Olimpo Gay los dioses gays reirán a
carcajadas mientras observan cómo se acaba la familia tradicional y se
interrumpe la procreación de la especie. Todo esto estará a cargo del
–extrañamente eficiente- Ministerio de Maricas, claro.
Y de
pronto, cuando todo parece perdido, llegará
algún fantoche, cabalgando sobre el arcángel San Uriel con su espada cuyo brillo fue obtenido frotándola
con babitas de Dios. A espadazo limpio acabará con todos esos perversos del
Olimpo Gay. Luego de vencerlos entrará al Congreso del país ficticio, y
reformará con su sola voluntad la ley
para que los niños queden a salvo de la ideología de género. Y rematará dando
unas charlas magistrales en universidades consagradas al corazón de Jesús.
Me
moriría de curiosidad de pararme a la salida de los cines. Pues seguro estoy
que miles creerán que presenciaron una historia real. Y miles hasta pensarán
que lo que vieron en la pantalla estará pasando en su propio país. Cientos más
saldrán con ganas de poseer una brillante y afilada espada como aquella.
Las
organizaciones religiosas le han visto las huevas a la humanidad desde el
principio de los tiempos. No tendrían por qué suspender su permanente estado de
propaganda, más aún ahora, que necesitan volver a ser necesarios para
salvarnos de lo que no existe. Para esto volvieron a su fundamento: mitología
para conservadores.
Mitología para conservadores
Reviewed by RLN
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9:24
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